Notas sobre el pueblo Garaní


La plaza 24 de septiembre, a la luz del alumbrado público, estaba animada por una multitud de lugareños paseando enfundados con elegantes trajes y vestidos, incluso algunas jóvenes presumían de encajes. La globalizadora modernidad y sus modas se expresaba en el vestuario de gran parte de la juventud, pero conservando moderación en las formas.

En los laterales de la plaza se ubicaban algunas mesas fijadas al suelo con dibujados tableros de ajedrez en su superficie. En una de ellas, con las fichas preparadas, reconocí al trajeado y distante indígena con el que había comido, nos miramos y con un cortés movimiento del brazo, me retó a sentarme delante suyo. Acepté; perdí en el juego, pero gané una interesante e ilustradora conversación sobre el pueblo guaraní.

Durante la partida presentó su supuesto nombre: Yaguatí (leopardo en guaraní) y su comunidad de nacimiento la situó cerca de Santiago de Chiquitos. Era el menor de cinco hermanos (dos hermanas), todos continuaban viviendo allí menos él. Casado con una mestiza de legado “Gwarayu”, tenía un hijo de tres años y su mujer estaba embarazada de tres meses. Trabajaba de abogado y hacía dos años que ejercía también de maestro de historia. 

Sin requerírselo, comenzó a explicarme que un padre jesuita promovió recursos y becas desde la finalización de primaria, ya que observó capacidad, junto con gran interés y esfuerzo por aprender. Con la ayuda de la familia, la comunidad, el trabajo de limpieza en la propia Universidad y una beca se sufragaron los costes de la licenciatura. Vivió bastante solo el esfuerzo, los compañeros universitarios sin descarado desprecio, en general evitaron el relacionarse más de lo imprescindible. Tan solo hizo un amigo, con el que suele seguir jugando a ajedrez, pero sus familias nunca habían “compartido” juntas una comida en sus viviendas..

Al licenciarse en derecho ningún despacho de Santa Cruz le dio trabajo. Lo intente en Sucre y tan solo consiguió laborar de secretario de un corrupto abogado. Volvió a Santa Cruz y dispuso en su casa de alquiler de un pequeño despacho, siendo su primer trabajo el representar la denuncia de un desalojo guaraní. Comenzaron a aparecer nuevos casos, teniendo todos dos características: no había recursos suficientes para cubrir las costas y en muy pocos casos consiguió hacer prevalecer la justicia. 

Según dijo, había comprobado que la defensa del indígena si la hace un blanco tiene más posibilidades de progresar que si la hace un mestizo y ninguna si es un indígena. Aunque no era el único guaraní que alcanzaba acceder a la universidad, reconocía haberse equivocado de carrera. Aquí la justicia pertenece al criollo, matizó con tristeza y rabia. 

Desde pequeño le atrajo el estudio de la historia, buscó dar luz a la memoria de su pueblo, ya que en la narrativa oficial no aparece casi nada que la honre, tan solo se mencionan las batallas que perdieron. Sus conocimientos le habían posibilitado poder dar clases por la tarde en un centro religioso de secundaria. Con ello complementaba el escaso beneficio del despacho, básicamente tramitando hoy problemas civiles (accidentes, separación matrimonial, herencias...).

Santa Cruz sigue siendo una ciudad racista, donde el ciudadano indígena aún no tiene representación en la municipalidad, el blanco los desprecia y el mestizo los evita. 


El pueblo guaraní-chiriguano, no sería subyugado ni por los incas ni por el virreinato, logró evitar la esclavitud y mantener gran parte de sus territorios. En agosto de 1825 se declaró la independencia de Bolivia, tres meses después, frente al asalto, quema y ocupación de los ganaderos blanco-mestizos (karais) de las fértiles tierras de las comunidades guaraníes, se organiza un grupo de guerrillas que lucharían durante 15 años, llegando en 1840 a sitiar el cuartel de Chimeo. Frente a la eminente derrota, el perfecto de Santa Cruz convocó en Karitati a los jefes militares, los caciques indígenas y sus familias, para firmar un tratado de paz. Mientras comían serían todos cobardemente asesinados. 

Dos años después regresan al Chaco las órdenes jesuitas, expulsadas treinta años antes por la república, decidiendo ampliar el número de misiones hacia el suroeste. El gobierno promovió la creación de reducciones en las misiones y en las múltiples haciendas. La ocupación de las tierras fértiles para el cultivo de maíz, dejó sin tierra al indígena que se volvería a rebelar en la campaña de 1874-75. También estuvieron a punto de ganar, pero las misiones contribuyeron decididamente a evitarlo con cientos de evangelizados flecheros indígenas.

Mientras que en el resto del país las comunidades indígenas llegarían a liberarse de la mita y otras formas de explotación colonial, aquí se reproducían las crueles ocupaciones coloniales. Un ejemplo fue en 1877, con la excusa de un posible levantamiento de la población de Murukuyati, pequeño poblado donde aún se podía vivir en libertad y cultivar la tierra, Pedro Zárate, hacendado y Delegado del Gobierno de la República para la distribución de las tierras ocupadas por indígenas, envía una expedición nocturna que asesinará a sus habitantes, arrasará el pueblo y ocupará sus tierras.

Aquí vería a su madre ser degollada uno de los pocos niños afortunados que lograron huir y que se convertiría en “IPaye” (líder espiritual, chamán, sanador, ventrículo, vidente...). Apiaguaiqui sería el líder mítico del último gran movimiento de la liberación del pueblo chiriguano.










    
Las por entonces libres comunidades guaraníes Ivo y Cuevo, en la frontera Chuquisaca-Santa Cruz, decidieron convertir sus poblados en misiones, con el fin de no ser gobernados por hacendados, ya que eso representaba perder sus tierras y convertirse en peones. Cuevo pasó a depender de Misión de Santa Rosa, pero fue denegada a Ivo, por lo que el único camino para liberarse de ser servidumbre volvió a ser la guerra. 

Después de varias victorias, en 1892, dada la superioridad en armas del ejército serían derrotados y se produciría la matanza de Kuruyuki. Apiaguaiqui y otros jefes indígenas lograron escapar pero sería traicionado y ajusticiado. En esta batalla morirían un millar de guaraníes, durante la guerra serían más de seis mil y los que llegaron a huir se dispersaron hacia Argentina o hacia los montes altos. Los prisioneros: mujeres, niños y adultos fueron distribuidos o vendidos en casas y haciendas en categoría de esclavos.

Fue la derrota definitiva del pueblo guaraní y marca el comienzo de un siglo de silencio y sometimiento de miles de guaraníes en las haciendas.

En la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935). Los chiriguanos que habían logrado huir de Kuruyuki y reubicado su vida comunal en los llanos del Pilcomayo serían sorprendidos por la contienda. Muchos fueron reclutados de manera forzosa para servir a los ejércitos de ambos países. Pertenecientes a una misma cultura, fueron obligados a luchar contra sus hermanos. 

En 1953 el gobierno boliviano impulsó una Reforma Agraria, bajo el lema "la tierra para los que la trabajan", pero la idea de reconocer territorios indígenas simplemente no existió, los indígenas no formaban parte real de la sociedad activa del país. El resultado fue que muchos latifundistas consolidaron y ampliaron las tierras y se fortaleció el poder económico y político de los hacendados. Los gobiernos dictatoriales posteriores dotaron de títulos gratuitos a hacendados ligados al gobierno consolidando el actual latifundismo en la región. 

En el Chaco aún hay grandes latifundios en las que viven 600 familias confinadas al servicio de sus señores. Cuando cumplen catorce años ya se les adjudica un patrón para el que trabajarán el resto de sus vidas. Las haciendas son dueñas de los abastecimientos del poblado y el sueldo es para llorar, muchos se endeudan de por vida, la suya y la de sus herederos, por el alcohol o la coca.
Quinientos años han pasado y el 90% de la población “Chiriguana” vive en la pobreza extrema, con el orgullo comunal pisado y sin justicia que los asista.

Con un punto de arrogante orgullo me explicó que después del latín, en la botánica universal su lengua es la más utilizada. Nuestra lengua sigue viva gracias al esfuerzo del pueblo por mantenerla. Ava significa: “hombre o ser humano” y guaraní: guerrero. Al español le denominaron: “ser humano que mata por gusto”. 
Requiriéndole sobre la situación con el actual gobierno, expresó que la voz del pueblo guaraní se escucha y respeta, pero pocas cosas se modifican de verdad. Los enemigos de MAS aquí son muy poderosos y no están dispuestos a perder los privilegios por muy injustos y anacrónicos que sean. Aún hay más de 600 familias guaranies que viven en condiciones de esclavitud. Continuamos aislados en tierras poco fructíferas. 

Al preguntarle sobre el conceptodel buen vivir”, “Ñande Reko” en guaraní, sonrió y emitió su correcta pronunciación, a la que yo no hubiera asociado la palabra, ni sé reproducir las otras dos formas diferentes de nombrarlo que me enunció. Me explicó que tan solo las comunidades que no renunciaron a su lengua y cultura ancestral, aunque estén organizadas dentro de las misiones o aquellas comunidades que se han conservado aisladas, algunas de ellas seminómadas, practican esta filosofía de vida ancestral, igual que la búsqueda milenaria de la “tierra sin mal”. Si alguien la encontró bien lo oculta, pensé en silencio.

El pueblo guaraní se ubica hoy dividido en cuatro países, posiblemente su peor condición se encuentra en Bolivia. Lo dijo acentuando su estado depresivo pero acabó con orgullo indicando que nunca ha renunciado al sueño de reunir en un estado propio al pueblo guaraní.

Mostré interés y respeto, aún declarándome agnóstico, por la vida mística de las comunidades guaraníes a lo que declarándose católico oficialmente, adaptando y ocultando sus verdaderas creencias para ser aceptado, se extendió en explicarme que no tienen una adoración particular, ni ídolos, ni templos, ni sacerdotes, aunque sus vidas están regidas por lo que determinan sus dioses y los espíritus de sus héroes y antepasados. l

Los hombres deben conformarse a su voluntad y contentarse con repetir el orden de las cosas, lo que implica el conservadurismo profundo de su sistema político pero también la unidad armoniosa con la naturaleza. En relación a la revelación de lo que dioses y espíritus dictan se siguen realizando los ritos ancestrales, el más conocido es el “Mitakarai”. 

Reconozco que no acabé de entenderlo, pero por lo poco que deduje, se trata de uno de los ritos tribales más importante para los “Ava guaraníes”, en el que se alinea el hombre iluminado por el sol del nuevo día (chamán) con las fuerzas superiores, recibiendo noticias de ellos sobre el futuro, consejos para el presente o conociendo el nombre que los dioses otorgan a un nuevo miembro de la comunidad. En concreto el suyo era el nombre con el que se presentó, junto con un calificativo que no me dijo, aunque también estaba bautizado con un nombre cristiano que tampoco me quiso revelar. 

Todo aquel misterio y algún detalle en la narrativa me hizo dudar de la veracidad de su historia personal, pero poco importaba, su ilustración histórica había sido un regalo.

Me recomendó leer el didáctico documento que os anexo, en el que de forma clara podéis entender mejor este orgulloso y noble pueblo, con una filosofía de vida muy interesante.

Acabamos hablando del cambio climático, afirmando que el pueblo guaraní denuncia la situación desde la década de los setenta, advirtiendo de que el sol comenzaba a secar más que antes, los ríos perdían caudal cada año y la lluvia pecaba de ausente o de excesiva sin atender a ningún ciclo previsto, hoy ya no es una amenaza, es una realidad.

Después de despedirnos me quedé un buen rato sentado en la plaza, observando a los transeúntes compartir el frescor de la noche. Reflexioné sobre la suerte que había tenido el primer día en Bolivia con la compañía de tan singulares personas. Erika, una europea luchando por dotar de futuro a una cultura originaria amazónica. El otro, un originario integrado en una ciudad que lo margina, luchando por defender a su pueblo desde el propio sistema que los explota, difícil misión.

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