Vuelo de Barcelona a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)

          
Un instructivo e inesperado vuelo


               El tres de octubre de 2017 salí de Barcelona con el corazón latiendo entre la indignación y la impotente rabia, con la contradicción de abandonar mi “petit país” en plena represión. 
Aunque era consciente de la intolerancia nacional de los de: ¡A por ellos!, nunca pensé entonces que serían capaces de condenar a personas civiles por convocar una manifestación, estemos o no de acuerdo con sus argumentos, es un atentado a los derechos humanos que determinan la libertad de expresión. Una vergonzosa revancha nacionalista, que expresa la baja calidad democrática de las instituciones judiciales y políticas de mi constitucional patria.


El vuelo con escala en Madrid duraría poco más de 15 horas. Desde la capital, en la que cambié de avión, tuve la gracia y suerte de estar acompañado en el asiento contiguo por Erika, una arqueóloga italiana de mi quinta (es decir, cercana a la jubilación) con amplia experiencia en Sudamérica, en especial Bolivia y Perú, por lo que mi curiosidad se manifestó sin cortapisas y a ella no le molestó, más bien se mostró entusiasta en compartir su amplia experiencia y conocimiento. La conversación tan solo sería interrumpida durante unas pocas horas de sueño. 

Después de hablarme de algunos lugares arqueológicos en los que había trabajado y yo tenía previsto visitar, nos centramos en la Amazonia Boliviana. Por ella supe de la existencia en estas tierras de más de treintena pueblos originarios, de los que tan solo una tercera parte fueron apostolados; el resto permanecieron aislados, garantizando la conservación de los bosques tropicales, prácticamente hasta mediados del siglo XX en el que la explotación forestal, mineral y de hidrocarburos expulsó y desintegró la vida socio cultural y ambiental de muchas comunidades hasta entonces aisladas. 




Me explicó, molesta por la indiferencia del poder local, que intereses económicos extranjeros y mafias locales siguen actuando impunemente en la selva. Son continuas las denuncias por abusos, extorsiones o expulsiones de las comunidades indígenas. 

A pesar de las declaraciones del gobierno local, sus acciones parecen más interesadas en quedar bien para recibir ayudas internacionales, que en buscar soluciones reales y mucho menos en hacer justicia. Es un problema de ardua solución, dado el poder del narcotráfico, la mafiosa inversión extranjera y la corruptela nacional de los políticos de la ciudad con el poder económico más importante del país.

Erika trabajaba con el pueblo originario de los ayoreos, su labor actual era más etno-lingüista que arqueológica. Su tarea se centraba en terminar un diccionario castellano-ayoreo que hacía años desarrollaba y ayudar a la comunidad a no perder sus valores y conocimientos culturales ancestrales, un deterioro que ha sufrido su cultura al ser literalmente expulsada la población de sus bosques desde 1970, estableciendo los primeros contactos permanentes de su historia con el blanco. 

Señaló insidiosa la “casualidad” de que junto al interés por la explotación de los recursos de la Amazonia Boliviana se produjeran los primeros contactos estables entre los ayoreos y la cultura hispano-americana mediante misioneros evangélicos estadounidenses. 

Deduje que las misiones jesuitas no habían contactado antes con ellos, inquirí la causa. Me explicó que hacia finales del siglo XVII lograron agrupar diferentes grupos étnicos y lingüísticos en la misión de San Ignacio de Samucos, pero en poco más de cincuenta años tuvieron que abandonarla por patas. 

No se entretuvo en explicarme las razones antes de señalarme que el pueblo ayaroe no se estableció sedentario hasta la década de 1930 con la guerra del Chaco, dado que se redujo y deterioró su territorio ancestral, junto con un aumento cruento de la rivalidad con otras tribus de la zona movilizadas por la guerra o por la hambruna.

En Bolivia hay en la actualidad unos 1400 ayoreos, considerándose su lengua en peligro de extinción. Hablan el castellano la mayoría de los varones, excepto las personas mayores, las mujeres en mucha menor medida; la escolarización de los niños y las niñas en castaellano hace prever que el bilingüismo se hará común muy pronto. 

También me explicó que la lengua ayoreo en Bolivia y del “chamacoco” en Paraguay, pertenecientes las dos a la misma familia lingüística llamada “zamuco”, tienen un pasado común a pesar de sus grandes diferencias de vocabulario, partiendo probablemente de una de las primeras lenguas autóctonas de la Amazonia.

Al margen de la comunidad establecida en Santa Cruz de la Sierra, la mayor parte de los ayoreos viven alrededor de pequeños y aislados entornos rurales. Se desconoce aún el número de comunidades sin contacto con la cultura hispano-americana. Mantienen un tipo de vida basado en la caza y la recolección, no tienen adquirido el concepto de trabajo y utilizan el trueque en el intercambio comercial. P

Irremediablemente el contacto con la cultura hispanoamericana va transformando los conceptos y a la propia cultura; así, palabras que pertenecen a su tradicional vocabulario empiezan a no ser entendidas por ellos mismos, al perder su significación práctica.

Podría escribir mucho más de lo que hablamos, el cambio climático y el Amazonas, el poder y las minorías, la arqueología y los intereses que esconden la interpretación de los descubrimientos, etc..., pero creo que como aperitivo del viaje es lo correcto. Lo que no hay duda es que aquellas trece horas de vuelo se me hicieron cortas al contar con el privilegio de su compañía y un instructivo prólogo a la visita de Santa Cruz de la Sierra.

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