De Potosí a Uyuni
Decidimos y pudimos dormir bien aquella noche, por lo que eran pasadas las nueve cuando nos encontramos en el patio para el desayuno. La verdad es que ya hacíamos otra cara, especialmente yo, no dejé por ello de tomarme la pastilla contra la puna. No había mucho para desayunar dada la hora, pero no faltamos a la cita con la infusión de coca.
Llegamos en taxi a la estación de autobuses, que sin reserva previa pudimos acceder al autocar dirección a Uyuni después de una breve espera. Por 40 bs. (5 euros) nos trasladaríamos 204 Km durante tres horas y veinte minutos; por una carretera inaugurada por Evo Morales en 2012, un año después que hiciera lo mismo con el aeropuerto internacional de Uyuni.
El paisaje en continuo cambio se mostró espectacular en muchos tramos, se añadía alegría al ánimo al saber que descenderíamos, aunque en realidad poco más de doscientos metros sería la diferencia. Uyuni está a 3650 metros y durante el viaje sobrepasaríamos los 4000.
Durante media hora continuamos avistando el cerro rico, entre un paisaje árido de cerros pedregosos. Más tarde asomarían las altas cumbres nevadas al fondo; delante, montañas y colinas desnudas de vegetación, bordeaban amplios valles de alta montaña, inundados tímidamente por el verdor que da alimento a ovejas y camélidos libres y salvaje: llamas, alpacas, guanacos y vicuñas.
Media hora después avisté por primera vez a un grupo de ese singular camélido, el más pequeño de los sudamericanos, amantes de las altas mesetas y celosos de la libertad de su trasumancia: las vicuñas.
Graciela me explicó que era un animal muy sensible, se estresa con suma facilidad con el trato humano, pudiendo morir si se les trasquila dado su delicado corazón. Anda siempre en pequeños grupos ya fuera de jóvenes machos o un macho con varias hembras y sus crías, suelen vivir por encima de los 3200 metros. Igual que el guanaco, siguen siendo animales salvajes, ya que no ha sido posible su domesticación.
Pero por desgracia es presa de la caza furtiva, dado que su fibra de lana (más que lana se podría considerar pelo) es una de las más finas y caras del mundo. Un pelaje denso con el objetivo de protegerlas del frío, lluvia y viento, pero que en el mercado de la alta costura, su principal enemigo, un metro cuadrado de tela de vicuña vale aproximadamente tres mil euros.
Sus finas y largas patas con almohadillas en su base están adaptadas a todo tipo de terreno.
La alpaca se gestó con el cruce de vicuña y llama, con el objetivo conseguido de crear un animal que produjera una lana más abundante y fina. Siendo el porcentaje genético de la llama mucho menor que el de la vicuña.
Transitando de bajada empezamos a ver, después de la contundente ascensión, pequeños reductos dispersos de población con corderos, pero sin señas de agricultura. Las planicies se mostraron desérticas y el aire insolente creaba polvorientos remolinos.
Por el camino aparecieron pequeños enclaves poblacionales, Algunos abandonados y otros, con paredes de adobe y techos de paja, tan solo el color de puertas y ventanas de madera indicaban que podían estar ocupadas, ya que al alrededor no se veía respirar ningún tipo de vida.
Sobre un repecho pedregoso al lado de la carretera, contemplé un precioso ejemplar solitario de guanaco, en apariencia libre y observando sereno nuestro tránsito.
En las proximidades de Uyuni aparecieron montañas con signos de explotación minera, pero no pude precisar si estaban en funcionamiento o en desuso.
Esperaba encontrar zonas agrícolas con plantaciones de quinoa, según leí era su principal producción agrícola en la actualidad, pero fue una serranía desértica la que nos abrió las puertas de Uyuni y a su principal y competitiva actividad productiva: el turismo.
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