SUCRE REPUBLICANA. CAPITAL DE BOLIVIA.
Parque Simón Bolívar
El principal parque del centro histórico fue Iniciado en el siglo XVIII, llegando a estar cercado por un muro y en su interior se expusieron esculturas de animales a tamaño natural. La fisonomía actual afrancesada se proyectaría en el siglo XX con motivo del centenario de la independencia.
Una imitación reducida del arco del triunfo parisino y un monolito conformaban una de las entradas al parque. En el centro del hermoso paseo arbolado sorprende encontrar otro monumento francés a tamaño reducido: la torre Eiffel. Desde arriba se tiene una buena panorámica del parque. Según supe, en 1906 se le pidió directamente a Gustavo Eiffel el poder hacer la réplica. Cerca de la estructura de metal hay un canal por el que presumí tenía que circular el agua haciendo referencia al Sena, pero estaba seco, por lo que más bien hacía referencia a Sucre; la ciudad no estaba para malgastar agua.
Al término del parque hay una amplia plaza con una fuente en la que, según me dijeron, se reúnen de viernes a domingo los lugareños a las siete de la tarde para ver las aguas “danzar” al ritmo de la música. Yo no tuve la posibilidad de comprobarlo, la fuente siempre la encontré vacía.
Sin lugar a dudas la gran belleza del lugar está en la altura y frondosidad de sus estilizados árboles sobre un podado césped con cierta carencia de riego. Es un lugar apropiado para el paseo, la relajación o el reposo en uno de sus numerosos bancos. En una de sus esquinas en la que dominaba una gran explanada se estaban montando las paradas de una muestra y venta de artesanías y tejidos de la provincia. La inaugurarían aquella misma tarde.
Delante del parque se sitúa el actual Palacio del tribunal superior de Justicia, en su día palacio del gobierno nacional. A su lado, separados por una estrecha calle se encuentra el teatro Gran Mariscal, el principal escenario teatral de la ciudad.
Al otro lado del teatro se presenta un elegante conjunto urbanístico, destacando en el centro de una pequeña rotonda de la calle libertad, el alto y blanco obelisco, un regalo de Argentina a la ciudad.
Continué ascendiendo por la calle Arenal volviéndome a encandilar los bellos rincones con humildes, añejas y encaladas casas en esas perfectas manzanas cuadriculadas que configura el centro histórico.
Santa Mónica.
En la esquina con la calle Junín se encuentra la antigua iglesia de Santa Mónica, hoy dependiente del contiguo colegio Sagrado Corazón, que ha adaptado su interior como salón de actos. Es el templo en pie más antiguo de la ciudad (1574) y su fachada es un digno exponente del barroco mestizo.
No sé si se puede visitar su reformado interior, ya que siempre encontré sus puertas cerradas.
La iglesia de San Miguel
A pocos metros de Santa Mónica se encuentra el templo de San Miguel, famoso por su interior, considerado el más rico artísticamente de toda Bolivia.
Se concluyó en 1612 bajo la advocación de San Juán Bautista y fué consagrada a san Miguel, después de la expulsión jesuita de 1767. Adosada al lado derecho está la famosa capilla del Loreto, llamada también de Oidores.
San Miguel es de principios del siglo XVII, pero su arquitectura responde a los criterios del siglo anterior. Se caracteriza su fachada por tener una de las torres más elevadas de la ciudad y preciosas portadas de mampostería, la que da a la iglesia principal es de estilo manierista y renacentistas las que te introducen a la Capilla de Loreto y al Baptisterio. En su interior, una nave con planta de cruz latina, podemos encontrar cinco interesantes retablos y un precioso púlpito barroco.
Pero Lo que más sorprende es su fabuloso artesonado mudéjar, considerado uno de los más bellos del país. Impresionante.
Universidad Mayor, Real y Pontificia Francisco Xavier de Chuquisaca.
Guiré por la calle Junín hasta la contigua calle Estudiantes, por la que ascendí hacia la plaza Mayor.
Frené los pasos frente a la más antigua Universidad de Sudamérica y con diferencia de Bolivia. Sería fundada por el jesuita Juan Frías de Herrán en 1624. Se presume que de sus aulas surgió la independencia de Bolivia, aquí se desarrollaron las ideas y se prepararon las primeras acciones emancipatorias por la intelectualidad sucreña.
El conserje me permitió amablemente acceder a su hermoso claustro.
Casa Museo USFXCH Alfredo Valenzuela.
La entrada costaba 10 bolivianos, cuenta con guía, pero la fotografía se tiene que pagar.
Es una casa tradicional de Sucre de finales del siglo XIX y principios del XX, en la que el estilo francés nos muestra su gran influencia en la refinada vida de la oligarquía de la ciudad. Se exhiben hermosas piezas de estilo imperial: Luis XIV, regencia, Luis XV, Luis XVI, Napoleónico... Destaca la ebanistería fina del mobiliario, según nos explicó el guía la jacaranda (árbol propio de Sudamérica) y el ébano (de África y hoy en peligro de extinción) eran las más utilizadas y valoradas en sus muebles, junto con objetos decorativos de renombradas firmas europeas.
Es cuantiosa e interesante la muestra de figuras de “biscuit”, galicismo por el que se denomina a arcillas blancas (feldespato, caolín y cuarzo) imitando a la porcelanas, pero cocidas a 1000 grados, más frágil y de acabado mate. Se pusieron de moda en el siglo XVIII, sus mayores distribuidores fueron Sèvres y la real fábrica de Nápoles; sus motivos principales son figuras y escenas pastoriles, también las muñecas que invadieron las casas de las niñas de familias pudientes durante casi un siglo. Otro de los elementos decorativos relevantes son sus tapices y alfombras.
Al salir de la exposición descubrí que en Bolivia era el día de la mujer trabajadora. En este día las mujeres no trabajan y los colegios, en los que son mayoría, cerraban sus puertas.
En otro lateral de la plaza, al lado de la catedral, se sitúa el Palacio de Gobernación.
En las puertas del palacio, hoy abiertas al público ya que dentro se estaban realizando una serie de actos, un grupo de muchachos y muchachas en silla de ruedas esperaban el poder iniciar un improvisado partido de basquet en la amplia acera. Una carpa daba información de la organización que lo promocionaba.
Sentí curiosidad y hablé con una joven de ojos avispados que resultó ser la directora de Didiapedis. Después de una breve presentación mutua, concertamos una visita a la fundación para el día siguiente (post: Sucre ¿ciudad inclusiva?).
Mientras observaba el partido de basquetbol, aparecieron los compañeros. Juvenal había decidido el lugar para instalar su muestrario de artesanía y hacia allí se dirigió. Nosotros nos entretuvimos en visitar el principal símbolo del grito libertario.
La casa de la libertad.
Curiosamente y con buen criterio su elaborado portalón central de piedra no estaba revestido por el blanco imperativo de la ciudad.
Nos internamos en su interior, aquel día era gratuita la entrada. En su origen era una capilla de la Manzana Jesuita de la ciudad de La Plata. Allí se ubicó la Aula Magna de la Universidad Mayor, su escudo grabado en la entrada aún da fe de ello. Desde que perdió Sucre el poder legislativo, el edificio se ha convertido en un almacén de reliquias y documentos históricos. Conteniendo la biblioteca especializada de historia y geografía más importante del país.
El Salón de la Independencia.
Situados frente a la entrada principal de la Casa de la Libertad, es el lugar más emblemático, aquí se celebró el primer congreso Constituyente de la Nación y se firmó el Acta de la Independencia. Al fondo está colocado en el centro el retrato de Simón Bolívar, a su derecha Antonio José de Sucre y a la izquierda José Ballivián, exhibiéndose en sendas vidrieras la espada de estos dos últimos.
Encima los cubren, como ángeles protectores Manuel Padilla y Juana Azurduy, según me explicaron, estos tardaron en ser reconocidos padres de la república y no hace mucho que adornan las paredes de este santuario de la independencia.
Con una espléndida sillería el elegante Salón está dividido por una balaustrada de madera separando los representantes eclesiásticos de los diputados y del escaso escaño que ocupaba el representante del pueblo. Sigue manteniendo la antigua capilla jesuita el bello artesonado mudéjar y el espléndido coro con el balcón dorado, posiblemente mostraba la pint6ura original, pero ya conocéis mi gusto por los dorados, su ostentación me suele resultar antiestética al corromper la belleza, en este caso, de un delicado tallado a la hoja.
El Salón de los Diputados
Dedicado a los próceres que proclamaron la Independencia y firmaron la acta expuesta en una de sus vitrinas. El Salón Virreinal está presidido por un retrato del rey de Carlos III y cerca el de Fernando VII, primero y último rey español de las colonias sudamericanas.
Pocos minutos le bastaron a Raúl, antes de que yo llegara a la tercera sala, él ya se marchaba a hacer compañía a Juvenal (creo que mi paso le era demasiado lento). En realidad me pareció bastante superficial la exposición, exaltadora de los padres de la república, obviaba el sacrificio popular y era muy poco instructiva sobre acontecimientos e ideas que no fueran las últimas batallas triunfales.
En el bello patio, rodeado de semicirculares arcadas apoyadas en finas columnas, se mostraba la única referencia al pueblo indígena, en este caso al guaraní, dado que la hermosa escultura estaba dedicada a Apiaguaiqui, el mítico líder guaraní del siglo XIX del que me hablaron en Santa Cruz.
Me acerqué a una muchacha que estaba leyendo sentada en un lateral del patio, al cerrar el libro para atenderme, ojeaé el título (después supe que era de Gabriel René Moreno): Últimos días coloniales en el alto Perú.
Pensé que la suerte acompañaba mi interés y le pregunté si había otro museo específico del proceso histórico de la independencia, más que cuadros y batallas victoriosas, me interesaba la evolución del pensamiento, las ideas, la situación de los pueblos, etc... en casi dos décadas de contienda tuvieron que evolucionar, transformarse— le explicité.
Con una amplia sonrisa cargada de ironía me indicó que el más importante museo es el colonial de Charcas, al lado de Antropológico. Pero estaba en obras.De todas formas, la exposición de las corrientes ideológicas, sus errores y deshonrosas actuaciones, Me dijo que no encontraría nada aquí y muy poco en los libros de texto de historia.
Viendo que la charla no parecía importunarla, me senté a su lado después de presentarme y pedir permiso para hacerlo. Se llamaba Aurora y era estudiante de Literatura e Historia en La Paz, coincidió que había asistido en Vallegrande a los actos del Che y residía unos días en Sucre en casa de un familiar de su pareja. Mantuvimos una conversación que se mantendría durante más de media hora.
Expongo en Notas sobre el grito libertario, una síntesis de la lección de historia que en clave feminista me ofreció Aurora con una dicción perfecta en castellano, por la noche con ayuda de la red lo completaría por la noche, recordando nombres y fechas. Añado también un último encuentro por la tarde, en la misma casa de la libertad, con motivo de unas conferencias sobre los 38 años de democracia en Bolivia.
Al lado de la casa de la Libertad se exponía una muestra de retratos al óleo (por lo que la mayoría tenían un nivel económico alto) de 10 mujeres Bolivianas que tuvieron un gran papel en la independencia: Mariana Zudáñez, Teresa Bustos de Lemoine, Manuela Sagárnaga, las hermanas Juana y Mercedes Cuisa cruelmente flageladas y ahorcadas por conspiración. Manuela Gandarillas, Josefa Montesinos.....
También conocí la gesta de 1812 en el que las mujeres de la Coronilla (Cochabamba). Faltando los hombres, dado que estaban en otros frentes, tomaron las armas para enfrentarse desde el cerro San Sebastián a las tropas realistas, haciéndolo con inusitada y heroica valentía.
Al salir de sala, recordé mi estancia en la Higuera, allí también se reivindicaron la figura de las valientes revolucionarias, lo que me hizo pensar con agrado que algo estaba cambiando, aunque restara mucho trecho por andar en desembarazar de machismo la historia.
La casa de la cultura.
Sin abandonar la cuadra se encuentra la casa de la cultura. En ella se exponía una muestra de “bonsais” ordenados sobre mesas en un patio de colores apastelados, predominando el verde y el amarillo, y rodeado por dos plantas con finas columnas y acristalado techo, un luminoso conjunto con aire rococó. Alrededor se ordenaban diferentes salas dedicadas a la promoción de jóvenes artistas plásticos.
El castillo de la Glorieta
A 5 Km. de Sucre se encuentra el Castillo de la Glorieta, un lugar que goza de gran tranquilidad, rodeado entre rocas de jardines arbustivos y florales, en el que se levanta este singular castillo, en el que sus distintas torres nos adentran en las fantasía de un cuento atemporal, amalgamado con todos los estilos arquitectónicos europeos, que sus dueños quisieron reunir aquí.
El castillo fue nombrado "Monumento Nacional" en 1970. Se puede acceder en micro por la línea 4 en la parada de Av.. Hernando Siles.
El Principado de La Glorieta fue un título nobiliario otorgado en bula por el papa León XIII en 1897 a Francisco Argandoña Revilla y de Clotilde Urioste. Un hijo de minero que amasó una enorme fortuna con esta industria y que la ampliaría con la banca privada; su esposa era hija de una rica familia española.
El castillo de la glorieta fue la sede de este curioso principado que duró hasta la muerte de Clotilde.
El edificio fue diseñado por el arquitecto suizo Antonio Camponovo, con la ostentación y sofisticación propia de una pareja real. Su construcción ecléctica fusiona una gran variedad de estilos: románico, gótico, morisco, bizantino, ruso y chino. Las tres torres son un bello exponente de ello: La Torre del Príncipe, de 45 m. de altura y 108 escalones en espiral, su forma románica y la cúpula de estilo árabe.
La Torre de la Princesa, de 30 metros y 80 escalones, tiene unas líneas estructurales bizantinas pero su cúpula es rusa.
La tercera torre, formando parte de la capilla, con su correspondiente reloj, es una réplica de 25 m. del Big Ben de Londres (gótico inglés).
El cuerpo del principal edificio es una copia de un palacio florentino del siglo XV, se le asocia la capilla con torre gótica y fachada renacentista. Sus jardines interiores emulan los de Versalles y así sus cuarenta ambientes interiores mezclan con elegancia estilos y épocas.
Aún se conservan algunas construcciones del parque: El quiosco de la meditación, la casa de las muñecas y un monumento a la diosa griega Vesta (la de la bondad) sobre una colina. Contaban con un lago para pasear en bote, un tranvía propio que los llevaba hasta el orfanato ( una de sus tantas instituciones benéficas) y contaban con una amplia granja de animales.
Aunque es símbolo de una arrogante ostentación europea, en el que la riqueza determinó retrógrados títulos nobiliarios, obviando la herencia sanguínea; pero no se puede negar que su singularidad arquitectónica, sus variados y ricos interiores y el paisaje que la rodea, bien vale una visita.
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