Cementerio de Trenes de Uyuni
A las 7 menos cinco estábamos en la puerta de la agencia preparados para iniciar el circuito. Nos comenzamos a poner nerviosos al observar que diez minutos después seguíamos estando solos, las puertas de la agencia cerradas y alrededor nuestro varios 4 x 4 cuatro partían.
Cuando llegaron, veinte minutos después, observamos dentro del vehículo a los otro cuatro jóvenes compañeros de expedición, dos alemanes, una chilena y un valenciano. Entendimos que venían de recogerlos en el hotel, y por lo que supimos después, la pareja latina fue la causante del retraso.
En menos de cinco minutos, después de cargar nuestro equipaje, partimos hacia la primera escala del circuito, situada a tres kilómetros de Uyuni.
El Cementerio de Trenes de Uyuni
La sensación que se tiene al llegar a este Museo al aire libre, a pesar del abandono más absoluto, es extraña, contradictoria. Largas líneas de oxidada hierro contrastando en armonía con el ocre paja del desierto, en el que centenarias locomotoras de vapor, vejadas por el hombre, mostraban desnudas sus entrañas; alineadas una tras otra, decenas de horadadas locomotoras parecen estar esperando su turno para ir a ningún sitio, sus ruedas están ancladas a la inmovilidad por el tiempo y la arena, la mitad pertenece a la tierra y por la otra susurra el aire.
No hagáis caso a los relatos que derivan el abandono de los trenes por la ultrajosa pérdida de la Guerra del Pacífico, perdiendo Bolivia la Provincia de Atacama, la red ferroviaria construida y su acceso al mar. Por dolorosa e injusta que fue la situación, nada que ver, una victimista leyenda extendida también por la red por mal informados viajeros.
Recordar el desarrollo de Uyuni gracias a los ramales mineros que funcionaron después de perder la la guerra del Pacífico, de lo que hablé en el anterior post.
Este lugar comenzó siendo un espacio para el arreglo y mantenimiento de las locomotoras de vapor, pero a finales de los 40 las máquinas comenzarían a entrar para nunca más salir, al ser reemplazadas por las locomotoras diésel.
La crisis de la industria minera de 1985 derivó en la miseria de miles de familias, acompañado por el abandono de minas y ramales ferroviarios, con ellas también sus locomotoras.
Podría ser la muestra, con piezas únicas de gran valor histórico, la más importante exposición de la nombrada “llama del progreso” de la era industrial, desde las primeras locomotoras de vapor, pasando por sus variantes hasta los últimos modelos, incluso aquellas diseñadas para rodar por caminos y carreteras sobre ruedas de tractor, utilizadas para encarrilar vagones que se salían de las vías, arrastre de maquinaria pesada, trabajos de instalación de rieles, etc.
Pero después de la muerte prematura del invento que revolucionó el mundo, sus cuerpos fueron abandonados en el desierto, saqueados desde mediados del siglo XX por pequeños y grandes ladrones de metal, de facto aún siguen haciéndolo. Por lo que se ha convertido en un cementerio de oxidados cuerpos desfigurados sobre los que no importa imprimir mensajes o grafitis, despojados sin respeto de su identidad histórica.
Después de veinte minutos, creo que no se necesitan más, reiniciamos la marcha hacia
el Salar de Uyuni.
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