Cuevas. Parque de las Cascadas.


  Aquella mañana había salido hacia la plaza de Samaipata con el objetivo de visitar los helechos arbóreos del parque Nacional de Amboró.

Al lado de la Iglesia se congregaban los 4x4 con los que se hacen las visitas. Pero estaba solo, por lo que el precio era elevado y la pretensión de que vinieran otros se presentó difícil. Viendo que desistía, el encargado me dijo que a la tarde, en concreto a las dos, había una pareja de austriacos que lo habían reservado, aunque el recorrido andando se reducía a dos horas, decidí ilusionado compartir la reserva. 

Saludé a la pareja francesa con la que compartía alojamiento y cercana edad, y al requerirle sobre la orientación de su visita me anunciaron Cuevas, al parque de las cascadas; por lo que sin dudarlo me acoplé al no estar completo el coche. El taxi de ida y vuelta nos costó 60 bolivianos, éramos tres, por lo que pagamos 20 bolivianos (2,5 €) cada uno.




A 20 km de Samaipata y a cien de Santa Cruz de la Sierra se encuentra este vergel, con cierta promoción turística y dirigida por una asociación ecologista. 

El parque al que se accede previo pago de 15 bolivianos (casi 2 €) está en pequeño valle al pie de preciosas montañas y cascadas de agua proveniente de la cuenca del río. 

Se permite acampar en el interior del parque a partir de la tarde, hay un pequeño camping de cabañas para grupos (según supe entre 60 y 80 € la cabaña/ noche).  
Acordaros de traeros la comida y el agua; no hay tiendas de ningún tipo.

 


El primer kilómetro de recorrido es bastante plano y un tranquilo preámbulo para adentrarse en la belleza salvaje del lugar. Las tranquilas y escasas aguas del río señalaban la sequedad de las montañas a pesar de bañar de frescor el entorno.

 La placidez del paseo te relaja los sentidos y comienzas a escuchar la fauna aérea comunicarse en un fondo perpetuo, estridente e incluso al principio molesto, del cantar de las cigarras.
Es curioso que este sonido llega a integrarse tanto en el paseo que deviene en imperceptible, haciendo que incluso percibas el sinuoso movimiento de algún animal bajo la espesa hierba. 





 
Es un paraíso para los amantes de las mariposas o de la botánica, por la cantidad y variedad de especies. Unos cien metros después de haberse estrechado la senda y la vegetación hacerse más agreste, llegamos al primer salto de agua. 

Sin mucha altura es quizás uno de los más bucólicos, la balsa circular que se forma a sus pies le otorga un encanto intimista que las otras carecen. En fin, no dejar de entreteneros en observar la flora que la rodea.




Posiblemente un kilómetro después, tomando distancia del agua antes de volver a reencontrarnos con ella, comienza a escucharse su fuerza golpear la roca. La segunda cascada es la más alta, por lo que para los amantes del masaje del agua sobre el cuerpo, prever la fuerza, una mala disposición del cuello dada la fuerza de su caída os puede hacer daño.







 
Después de la segunda cascada la ascensión se hace pronunciada y el camino más árido y dificultoso, pero pronto se obtiene el premio del pequeño esfuerzo. Desde allí se disfruta de bellas vistas del abrupto y estrecho valle que desciende entre altas montañas de suaves colinas. ¡Espectacular!





Una vez degustada la contemplación de la Amazonia andina volvimos a incorporarnos al interior del bosque, descendiendo hacia la tercera cascada
En ella nos remojaríamos los pies y relajaríamos la mente con el susurro del el movimiento continuo del agua.


Media hora más tarde, regresando en silencio, otorgando espacio para concentrarnos en nuestras sensaciones particulares, pasamos por debajo de un árbol del que colgaba un grandioso huevo amarillo al que cientos de puntos negros se adherían. Un grandioso panal que si decidían sus inquilinos ver en nosotros sus enemigos, poco podríamos hacer en su contra. En contraste, las mariposas aportaban la alegría de su cromatismo en continuos y cortos vuelos. Vale la pena que disfrutéis con tiempo y sosiego del fresco paseo, las cigarras os pondrán la música.

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