SUCRE COLONIAL Y RELIGIOSO. HUELLAS PRECOLOMBINAS.



Mercado Central


Lo primero que conocí del Sucre colonial, después de volver del cretáceo, fue el inmenso y cubierto mercado central. Nos internamos en él por la calle Junín, siendo cerca de las tres del mediodía; aunque ya estaba bastante vacío y algunos platos se habían acabado, pudimos comer en este mercado que predomina las indígenas cocinando y los mestizos comiendo. 


Estaba abierto desde la primera hora de la mañana hasta las once de la noche, los comedores servían desayunos, almuerzos y cenas. A la salida del mercado, por la calle Aniceto,  ordenadas y coloridas fruterías ofertaban algunos de sus jugosos productos, pelados y dispuesto para ser ingeridos, perfecto para el aperitivo o el postre.




Iglesia y museo del monasterio de San Francisco.


        Ascendiendo por la calle  Aniceto Arce hacia la Plaza 24 de Mayo, a los pocos metros nos encontramos la plazoleta de San Francisco. La bienvenida a la rectangular plaza la otorga un conjunto de arcadas, uniendo la fachada del patio de entrada de la Iglesia con un lateral de la plazuela, abriéndose un arco mayor para el tráfico rodado de la calle que las separa.

Observé el campanario de la Iglesia buscando descubrir la campana quebrada el 25 de Mayo de 1807 llamando a la rebelión, a la que se sumaron la mayor parte de las campanas de la ciudad, destituyendo al último Pizarro. Significativo es recordar que la saga de los Pizarro, conquistadores, virreyes y gobernadores en nombre del rey, acabara uno de ellos siendo el último. 


Observando las puertas de la Iglesia abiertas, me introduje en la Basílica de San Francisco de Charcas, templo de la orden franciscana del siglo XVI, de un sobrio y austero barroco. 

Fue inaugurado en 1581, un año después de acabar la bóveda central y trasladar los restos de los fundadores y familia de la ciudad. Las capillas laterales se acabaron una década después. Con la república, el general Sucre (masón), expropió el convento y lo traspasó al Municipio y al Ministerio de Guerra. La iglesia acabaría siendo caballeriza y depósito de armamento. De todas formas, tardaría una década más en cerrar las puertas de sus catacumbas.  


En 1868 sería reabierta la iglesia para al culto, pero los franciscanos no volverían a ocuparla hasta 1925. El  Ministerio de Defensa continuó disponiendo hasta nuestros días del  claustro y algunas dependencias del antiguo convento. En 1946 fue restaurada y encalada, respetando la estructura original. 



Su interior mantiene la sobriedad externa, la ostentación tan solo se muestra en los retablos y el altar. Un extraordinario artesonado mudéjar cubre el tejado a dos aguas.

Está claro que lo de la simetría no entraba en sus planes, se puede apreciar en las marcadas diferencias entre sus dos torres o en poseer una nave central y otra lateral. 

Me sorprendió que los retablos, situados en nichos de los propios muros en la nave central no dispusieran de espacio para la oración de los fieles, lo que me hizo percibir que la basílica mantiene la estructura típica del siglo XVI,  sin reformas estructurales posteriores que desvirtúen la idea original que se tenía entonces. Es decir, la entrada, pórtico del ingreso a la Salvación (se requería el bautismo y por ello se sitúa aquí la pica bautismal), la nave central, representa el camino que se tiene que seguir para ello (normalmente entonces con frescos o pinturas), contenía un primer arco desde el que se escucha la palabra De Dios desde el púlpito y un segundo que representa la Redención. Más tarde sabría que los retablos barrocos, recargados y con ostentosos repujados de láminas doradas, fueron añadidos en el siglo XVIII. Posiblemente entonces se abrieron las capillas laterales.


El museo no es ninguna maravilla, pero es interesante la visita del coro, el claustro y el camapanario, en el que se aprecia la mítica campana rajada.




La Plaza 24 de Mayo, de Armas o Mayor.


Llegamos al centro histórico, neurálgico, comercial y administrativo de Sucre, es el corazón de la ciudad, rodeada de edificios históricos de singular belleza arquitectónica y mantiene un dinámico, sombreado, ajardinado y podado interior. Al día siguiente visitaría algunos insignes edificios, pero en aquel momento nos dedicamos a recorrer el perímetro de plaza, observando sus fachadas: La Casa de la libertad, la casa del tesoro, el palacio de Gobierno municipal y bellas mansiones virreinales, algunas conservando la imagen corporativista de principios de siglo, pero que ahora sus bajos parecían ser la sede de una pizzería, otras reconvertidas en bancos, hoteles o museos. 



Una curiosidad se movía por las esquinas de las calles adyacentes a la plaza, eran las cebras (personas disfrazadas de ellas) que en los pasos peatonales se dedicaban a explicar a los niños y conductores la necesidad de utilizar con prudencia estos cruces. Convenimos que aunque no era un trabajo cansado, debía de ser muy caluroso.




Ascendiendo por la calle Calvo, un lateral de la plaza Mayor, alcanzamos a dos manzanas el

Convento de Santa Clara.


El convento de clausura fundado en el primer tercio del siglo XVII por María Zeballos y Vera, había abierto sus puertas por primera vez al público este siglo. 

Con ayuda de los Franciscanos asentados en Sucre, se solicitó al Rey de España Felipe IV, autorización para fundar el convento. Se iniciaría con la ayuda de las clarisas de Cuzco y llegarían a ser 300 las congregadas. Actualmente hay 20 clarisas, me extrañó ver que la mayoría eran jóvenes. Las clarisas se mantienen con la venta de sus productos y no reciben ayuda por parte de la iglesia o del Estado. La principal actividad es la producción de finas “masitas” elaboradas con recetas tradicionales que comercializan en la “Casita Santa Clara”, una acogedora cafetería ubicada en el mismo edificio. También realizan trabajos en bordado, ganchillo o tejido, sus manteles son muy cotizados. Muy solicitada es su farmacología casera.


 La fachada exterior  del convento es bastante sobria y humilde, con un portalón encalado en blanco. Se compra el tíquet en la entrada y al ser visita guiada requiere la espera de formación del grupo. 

No tardó el mío en ponerse en marcha accediendo al piso superior, en el que lo primero que sorprende es su artesonado. Hay una gran muestra de mobiliario artesanal y una cuantiosa pinacoteca entre lienzos y murales barrocos mestizos de principios del siglo XVIII. Desde arriba descubrimos el hermoso claustro rojizo, con un jardín muy cuidado, florido y frondoso.

Interesante es la capilla neoclásica apastelados azules claros y detalles en pan de oro en los ángeles anunciadores (trompeteros) de la ascensión, simbolizado el camino hacia el cielo por una escalera. 

También nos aproximó a la perfecta acústica de la Iglesia, mediante un pequeño detalle musical con el principal tesoro del convento: el órgano del siglo XVII, restaurado recientemente. En el coro alto están los cuadros de pintores como Bernardo Bitti, Gaspar Miguel de Berrio o Melchor Pérez de Holguin, esculturas en madera de cedro, mantelería fina con pedrería que bordaban las hermanas, báculos y otros artilugios de plata, sillones, libros, instrumentos musicales barrocos, etc... Abajo se sitúa la cripta en la que fueron enterradas todas las hermanas clarisas hasta la década de los setenta del siglo pasado.


Con la intención de visitar el museo arqueológico, escogí  hacerlo en su dirección por la calle Bolívar, con testimonios coloniales es ese par de manzanas antes de llegar al destino que bien vale recorrer con calma, apreciando  portalones, balcones y celosías.




Museo de Antropología de Sucre.


Está situado en un enorme y hermoso edificio colonial del siglo XVII, perteneciente a la familia Fernández de Córdova, la llamada “casa del gran poder” .

Cuenta con dos hermosos patios, uno estaba en obras en ese momento, igual que su independiente museo colonial de las Audiencias de Charcas. El más importante de Bolivia sobre el tema y que las  reformas pretendían convertirlo en uno de los mejores de América Latina. Las puertas las abriría con publicitado éxito en 2018.


En el otro patio se mostraba, en el primer piso que lo rodea, el museo antropológico.

Dado que a la visita le añado ciertas notas históricas, os la dispongo en otro post específico.



Monasterio de Recoleto.


Salí del museo con el objetivo de llegar al mirador y monasterio del Recoleto, pero me encontré que el micro de acceso no funcionaba. La pedrada del día anterior había obstaculizado el acceso motorizado, los templos, museos y el palacio Guereo estaban cerrados. Desistí de curiosear sobre la situación y llegarme andando (a tan solo unos veinte minutos desde allí pero siempre de forma ascendente). 

No os pedáis la visita, al margen de los monumentos señalados, desde la plaza se tiene la más bella postal de esta ciudad encalada bajo un manto rojizo de barro cocido. Los alrededores del Palacio son un encanto para el paseo y también hay un interesante Museo de artesanía indígena.

Por lo que dar al menos medio día para la visita a la zona, hay una buena oferta de restaurantes.



Iglesia de la Merced.


A dos manzanas del museo se sitúa esta iglesia (último tercio del siglo XVI), curiosa y de humilde fachada, la conforma una alta espadaña con dos campanas y un pináculo central con otra más pequeña. 

Espléndido es el retablo barroco tallado en cedro y revestido de ostentoso dorados, como era la costumbre cuando se podía. Espléndidos son el púlpito de madera barroco en el que se introducen elementos mestizos. También hay lienzos de Melchor Pérez de Holguín.


El centro histórico tiene menos calles que iglesias y conventos. La falta de humildad de estos coloniales edificios religiosos tiene fácil explicación, el valor de la plata dio paso a que en 1552 se creara en Sucre el Obispado de Charcas y en 1609 el Arzobispado. Todos quisieron estar cerca del poder y la riqueza, las órdenes religiosas también, no dejando de ostentar ser parte de esta floreciente sociedad  administradora de la plata de




La iglesia y convento de Felip Neri.


Este conjunto religioso del siglo XVII es un claro ejemplo de la abundancia. Se publicita que tiene uno de los claustros coloniales más bonitos de Sucre. Precisamente desde su terraza dicen que se pueden contar todos los campanarios de las iglesias, entre los tejados rojizos a dos aguas, que su centro histórico alberga, prácticamente uno por cuadra; algunos del siglo XVI y la mayor parte del XVII. 

Al aproximarte a Felip Neri te das cuenta de la expresión de fortaleza del poder religioso, con un inmenso y robusto muro de ladrillo, soportando el campanario y dos torres blancas luciendo adornos de plata.

Las puertas estaban cerradas, ni en ningún sitio encontré que anunciara su horario de apertura, por lo que me tendría que haber contentado con la fachada, si no llega a entrar una señora en ese momento. Me explicó que solo abrían por la tarde para las visitas, con el coste de 5 bolivianos, pero hoy no abrían dada la gravedad de lo acontecido en la ciudad y la necesidad de ofrecer ayuda. 

Le transmití que no tendría la posibilidad de ver su claustro, ya que al día siguiente partía hacia Potosí,  permitiéndome gentilmente poder acceder unos minutos a la contemplación de su extraordinario claustro.





Por la calle Nicolás Ortiz  volví a la Plaza 24 de Mayo. Frené la marcha frente a la 

Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción Virgen de Guadalupe.

Me encontré con sus accesos cerrados, me comentaron sin mucho convencimiento de que estaban en obras; las supuse interiores, ya que no percibía nada que indicara tal situación. 


Su construcción se inició a mediados del siglo XVI y continuaría durante casi dos siglos con reconstrucciones, reformas y ampliaciones. Debido a este prolongado periodo se combinan diversos estilos, la mayoría con claras  influencias mestizas. Así, la portada de piedra frente a la plaza y la portada principal, muestran un barroco de gran elegancia sincrética de 1700. 

Hermoso y robusto es su campanario renacentista de tres cuerpos coronado por una estructura piramidal tejada. En las esquinas de los balcones de cada cuerpo se exponen a tamaño natural la figura en terracota de los 12 apóstoles y los cuatro evangelistas, posiblemente  el detalle más singular del conjunto. 

El reloj de producción londinense es también del siglo XVIII. En su interior, que no podría ver, dicen que predomina el neoclásico y el neogótico iluminado por el blanco con detalles dorados. Supongo que candelabros, reliquias y altares ostentarán en abundancia la plata de Potosí. 

Sus criptas almacenan los restos mortales de muchas personalidades ilustres de la ciudad.




Junto a la catedral pude visitar la capilla de 1617 de la llamada Reina de la Hispanidad y patrona de Sucre: La Virgen de Guadalupe. La venerada imagen central del altar es un pequeño lienzo pintado por fray Diego de Ocaña. A mediados del siglo XVII se cubrió la tela con una plancha maciza de oro y plata, representando el vestido y el manto de la Virgen, dejando de la pintura original tan solo el rostro de la virgen y del niño. por donación popular su manto y vestido almacenan muchas piedras preciosas y perlas. La “mamita” tal como la nombran por aquí tiene una devoción efervescente en Sucre desde principios el siglo XVII. 

Más tarde conocería que el artífice inicial fue el pintor que por “inspiración divina” pintó la virgen morena, también escribió una obra de teatro en la que difundía los milagros de la virgen de Guadalupe en el viejo Mundo e introdujo un milagro inexistente acaecida en estas tierras. La obra representó un gran éxito, los milagros de “Gualala” continuaron ocurriendo y desde 1601 los festejos más importantes han sido los de su patrona, la que en famosa procesión coronan.




Me interné en el interior de la plaza Mayor, reencontrándome con los amigos poco amantes de las iglesias, delante de la estatua del primer presidente de la república. Inundada de frondosos árboles y cuidados jardines de podados arbustos y luminosos conjuntos florales. La plaza 24 de Mayo siempre está llena de un dinámico movimiento peatonal, pero a la vez se respira en su interior un extraño y agradable sosiego, lo atribuí al contraste luminoso de las blancas fachadas que la circundan, ofreciendo la tupida sombra de su interior una sensación de protección refrescante. De todas maneras, ahora el alumbrado público ya se había encendido y a la claridad del día le quedaban minutos.

La Universidad aportó a partir de las seis un dinamismo plenamente juvenil a la plaza. El sentarnos allí, admirando la fauna humana en su efervescencia hormonal fue un entretenido pasatiempo, incluso Raúl se mantuvo un buen rato en el silencioso éxtasis de la observación. Llegó la hora de la cena y volvimos al comedor nocturno del Mercado central.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL CERRO RICO. POTOSÍ MINERO

NOTAS SOBRE EL GRITO LIBERTARIO AMERICANO EN CLAVE FEMENINA

Vuelo de Barcelona a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)