Santuarios del Che. La Higuera.


           Después del arriesgado viaje, por suerte sin graves incidentes desde Valle Grande a La Higuera; el destartalado taxi particular me dejó a la entrada del pueblo, dado que una cuerda sostenida por un hombre desde uno de sus extremos limitaba el paso. Me despedí agradecido y le deseé mucha suerte en el regreso.



 
La Higuera es un pequeño pueblo de unos cien habitantes, perteneciente al municipio de Pucará y situado a 2160 msnm en las estribaciones de los Andes. La proliferación de higueras otorgó nombre a la localidad.
Se conoció mundialmente el 9 de octubre de 1967, cuando, despuntó el és de la emboscada en la quebrada de Yuro, sería capturado el Che Guevara, siendo trasladado a la escuelita de la Higuera, en la que el sargento Mario Terán cumpliría la orden de ejecutarlo, otorgándole tal injusticia la categoría de mártir. 

Dirigí los pasos por la única calle, a sus lados se agrupaban con holgura las casas del diminuto pueblo (poco más de una veintena de familias lo componen). Al principio de la calle había una cuerda mantenida alta por un hombre, al llegar a su altura y sin bajarla, me explicó que captaban donaciones para construir la iglesia (es curioso pensar que hasta ahora no la hubiera). 

Tenían levantado el esqueleto de madera y por lo que vi trabajaban cuatro los operarios. Según ellos, por amor al arte. Estaba dedicada a la Virgen del Valle y no me atreví a preguntar si también a San Ernesto Guevara. Les di diez bolivianos para pasar, lo que me serviría de peaje el resto de los días.




 
A menos de cien metros bien anunciados se encuentra la casa del telegrafista, singular hospedaje regentado por singulares anfitriones. Comenzó a ser restaurada en el 2004 por Jean-Pierre y Aude Lebras, que junto a su hijo y una jovencita (siento mucho no recordar su nombre, en especial por su alegre atención y simpatía ), la que se había apuntado a la aventura hacía dos años, administrando todos con entusiasmo y gran calidez la estancia.





      
La casa del telegrafista tuvo gran importancia para la localización de la guerrilla, pero en especial por ser el lugar desde el que se recibió y transmitió la orden de ejecución de Ernesto con el texto: “saludos a papá”.

Jean-Pierre ha dedicado quince años de su vida al estudio de aquellas últimas semanas del comandante, investigando lugares por los que transitó, recuperando espacios y materiales abandonados en las refriegas, y especialmente buscando la cámara de fotografiar del Che, nunca encontrada. En la exposición fotográfica, montada para la ocasión en la casa del telegrafista, se reseñaba el encuentro reciente de una cámara, pero aceptaba con humildad que no era la rastreada.



 
Dado que en la casa del telegrafista las habitaciones estaban llenas, me ubicaron a unos ciento cincuenta metros, muy cerca de la casa en la que dormían ellos. La vecina, Inés González, con la que compartiría el baño, era una simpática joven cooperante asturiana, habladora, ilustrada y vegetariana, que se significaría por su vitalizante compañía durante toda la estancia




 
Aproveché para visitar los alrededores de mi estancia. Añejas casas rurales, alguna abandonada y otras mínimamente restauradas y adaptadas a los tiempos modernos, presumiendo funciones turísticas. llegué a límites del plano para nacer la línea quebrada hundiéndose hasta perderse en profundos valles, a lo lejos un conjunto de cordilleras con ariscas y altas sierras.

 En éxtasis contemplativo, frente al largo y encendido atardecer hicieron que volviera a pisar la casa del telegrafista sin tener luz en la calle. La excelente cena vegetariana, la fogata y la compañía que se derivarían hicieron que hasta el día siguiente no conociera otro lugar del pueblo.
 



 
Al día siguiente, traspasando la casa del telegrafista y a unos doscientos metros, llegué a la inclinada y ascendente plaza “Che” Guevara. En la irregular plaza se sitúan tres esculturas del comandante, dos rostros y una figura de cuerpo entero. Cuentan que durante muchos años fueron destruidas por los gobiernos de turno, pero en pocos meses volvían a ser restauradas.

 Al contemplar con la luz del día la acción pictórica realizada por los cubanos sobre las esculturas, se me cayó el alma al suelo, era patético. El dorado de su rostro (me recordó la máscara de Agamenón) era de un gusto estético, incluso ético, deplorable, más, al estar hablando de un líder revolucionario anticapitalista.



En esta zona se sitúan los dos edificios públicos más importantes de la Villa. En un lateral de la plaza está el colegio nuevo, congregando también en su interior la única oficina administrativa del pueblo y el hospital-farmacia. El único médico del pueblo, un cooperante cubano, también administraba en un gran saco la farmacia del pueblo.


Decidí entrar en la antigua escuelita, hoy museo, el día señalado de su muerte. Pagué la entrada, pero no el precio de fotografiar una silla utilizada en una película o un conjunto de textos que decían lo que ya sabía, por ello tan solo intenté honrar su recuerdo en el espacio que acogió el último suspiro de una persona que no sucumbió al delirio del poder, ni a la norma institucional, ni a la fama, ni al dinero. “Qué difícil es seguirte comandante”, rezaba el final de una frase escrita en la fachada de la escuela. 

Me preguntaba en qué medida afrontó la muerte, creo que mantuvo la esperanza de que valía más vivo que muerto, y en realidad para los que lo mataron así era, por lo que la sorpresa de ver entrar a su tembloroso ejecutor le trastocaría las previsiones, a pesar de ello se mantuvo íntegro. Según tengo entendido mostró coraje frente a su fin, exigiéndole lo mismo a su verdugo. ¿El asesinato revalidó la derrota convirtiéndola en victoria?

Con estas reflexiones me dispuse a salir de la “escuelita”, cuando se incorporó un delgado y alto mestizo, me saludó y mirando la silla dijo a media voz:
No se venga una muerte con otra, pero se alivia uno de la impotencia que produce la injusticia.
Me miró fijamente con sus pequeños y profundos ojos miel rodeados de frunces, antes de decirme:
¿Sabe usted que los que contribuyeron a su muerte, también entraron en caja antes de hora? Tan solo el soldado Mario Teràn, el que empuñó el arma que acabó con su vida, aún respira sin atentados, incluso supe que le intervinieron Con una delicada operación en La Habana. 

No dije nada, pero expresando mi ignorancia con un humilde gesto, me dispuse con atención a escuchar la “Venganza Guevarista” y conocer la novelesca figura revolucionaria de Monika Erlt.


Cincuenta aniversario de la muerte de “Che” Guevara 
8 y 9/ 10/ 2017

Os dejo aquí un enlace con el post sobre los actos, contenidos y vivencias que durante estos dos intensos días mantuve en la celebración del 50 aniversario. 

Dos fogatas alumbraron las noches, en la primera nos hermanamos internacionalmente bajo la armonía de una guitarra y muchas voces. La segunda, después de la visión cenando de un interesante documental, en el que Benigno, el único guerrillero cubano superviviente junto a dos bolivianos y recientemente fallecido en París, explicaba en clave de denuncia, los últimos dramáticos días de la guerrilla Guevarista. Sobre ello se erigió el debate, para terminar hablando de la delicada situación política de Evo Morales. 

También hago referencia a los eventos oficiales realizados en la Higuera y alguna anécdota de éste, al menos para mí, gran emotivo encuentro humano. 

Difícil será que viváis algo parecido en vuestra estancia en La Higuera un día cualquiera, pero sí podéis realizar la excursión a la quebrada del Yuro en compañía de Jean Pierre, no os lo podéis perder. 

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