Fuerte de Samaipata




A quince minutos en coche desde la plaza mayor de Samaipata, se encuentra la catalogada mayor obra rupestre (petroglifo) del mundo, declarada Patrimonio cultural de la Humanidad por la UNESCO, mantiene la engañosa denominación defensiva otorgada por los españoles: El Fuerte de Samaipata.
La gran roca mide 250 m de largo por 60 m de ancho. 

El pueblo chané, curiosa etnia originaria del caribe brasileño que emigró hasta la zona hace unos 2500 años y se le supone creador de este complejo ceremonial, reverenciado en su esplendor entre los siglos Xll y XIV. Aunque hay señas de que los primeros grabados son obra de los mojocoyas. 



La gran mole de arenisca fue labrada creando grabados sobre y bajo relieve, hornacinas con diseños de estilo zoomorfo: serpientes, pumas, jaguares.., junto con diseños geométricos. En los laterales de la gran roca se ubican dos conjuntos de amplios nichos, no logré enterarme de si la realización de todos fue inca o chané.



Hay la hipótesis de que los surcos labrados sobre el lomo de la gran roca estarían alineados hacia ciertas constelaciones relevantes para la cultura originaria. Däniken (investigador del que hablaré en Nasca) determinó, al observar estos dos canales simétricos en el lomo de la roca, que guardaban cierta semejanza con una posible rampa de lanzamiento de naves extraterrestres, derivándose la posibilidad de que mantuvieran contacto. Desde entonces es un santuario para ciertos ufólogos.



Aunque hay hipótesis que afirman la participación de otras comunidades étnicas (ej. Los Mojacoyas), los únicos que dejaron claras huellas de su estancia fueron los incas. Añadieron sus símbolos en la enorme roca, reciclaron y ampliaron el centro ceremonial y construyeron alrededor diferentes instalaciones de índole militar y administrativa, lo que señala la gran importancia defensiva al ser la frontera amazónica de su Imperio, pero también administrativa. Si los nichos de los que hablé fueron incas, señalaría también la gran importancia religiosa y mística del lugar para el Imperio.

Cuando llegaron los incas, los guaraníes habían mixogenizado al pueblo Chané, destruido gran parte de sus edificaciones y convertido en los temidos chiriguanos, con los que mantendría el Imperio inca, después de ser expulsados de la zona, una permanente confrontación; más tarde los españoles los remplazarían. 

Los europeos fundan Samaipata y se construye a los pies de la roca una casa estilo andaluz, la que pronto sería abandonada para trasladarse a la villa.


Vale la pena realizar el recorrido largo y bien señalizado del parque arqueológico. A pesar de que el taxista nos pidió que no excediéramos más de una hora el tiempo de visita, añadimos en la práctica casi media hora más manteniendo un andar ligero.
Observando los vestigios chané, inca y español, es indiscutible que lo más impresionante es aquella mole profusamente grabada y de la que nadie sabe a ciencia cierta su función, tan solo se supone. 



No pudimos pisar la roca y las profundas marcas las admiramos desde demasiado lejos para poder entrar en detalle. Para paliar un poco la situación, se han instalado observatorios en los que se explica de forma didáctica los principales grabados y su lugar en la roca (necesitaréis larga vistas si queréis apreciar sus detalles).

La razón de que hoy no se pueda pisar está en el poco respeto del ser humano con su legado, durante años la ignorancia violó la roca con toscos y ridículos garabatos, la mayor parte siguen presentes. 




En el segundo observatorio elevado escuché en francés, que un estudio reciente determinaba que la roca fue un santuario dedicado al agua. Las hendiduras, encaradas hacia determinadas constelaciones, formaban parte de un sistema hidráulico utilizado como instrumento para la observación y predicción astronómica y climática, aspecto esencial para controlar las cosechas. No encontraría por la red ninguna referencia de tal hipótesis, pero en el museo describían las ranuras que acompañan la llamada piel de serpiente como desagües.




Del largo recorrido en la área arqueológica hay mucho para ver, especilmente los fundamentos residenciales de los Inca, pero si algo me sorprendió fue el pozo o “chinkana” del que aún se desconoce su función, se cree parte de un sistema de túneles subterráneos, pero no se ha encontrado pruebas de esta hipótesis. Situada a unos 500 metros de la gran roca cuenta con un diámetro de 1.30 a 1.50 metros, siendo construido en forma espiral hasta llegar a los 15 metros de profundidad. 

 

Ya en dirección a la salida, paralelos a un lateral del petroglifo, es el momento que te acercas más a la roca y puedes descubrir cercanas otro conjunto de grandes hornacinas. Volví a preguntarme: ¿su función en el pueblo Chané sería la misma que la del inca, es decir, era el espacio en el que se mostraban presidiendo los ancestros momificados? No encontraría respuesta, ni tampoco lo deduje imposible, pero en ningún lugar se habla de momificación de los muertos por parte de la cultura Chané, y su singular entierro dentro de estancas formas ovales de arcilla cocida, no creo que produjeran el estado de conservación necesario para poder ser paseadas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL CERRO RICO. POTOSÍ MINERO

NOTAS SOBRE EL GRITO LIBERTARIO AMERICANO EN CLAVE FEMENINA

Vuelo de Barcelona a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)