Parque de Cal Ork’o
Preguntando desde la arbolada plaza Mayor, centro neurálgico de Sucre y en la que reiteradamente disfrutaríamos de su animada actividad, llegamos a la parada de bus de dos pisos (os recomiendo el segundo piso por las vistas) que nos trasladaría en casi media hora al <strong>parque cretáceo de Cal Ork’o</strong> (cerro de cal en quechua), descubriendo que Sucre tiene un sistema público de autobuses y micros dinámico y ordenado, haciendo fácil desplazarse por ella, aunque hay que conocer el lugar de la parada, ya que no hay señalizaciones que las identifiquen.
Temía que el parque fuera un conjunto dirigido al conocimiento infantil de los dinosaurios, con el atractivo tan solo de ser a tamaño real; pero nada más lejos de la realidad, el disfrute de su contemplación fue enormemente instructivo. La entrada cuesta 10 bolivianos para el local y 30 (4 €) para el extranjero. No tengáis prisa, la visita se merece sus tres horas.
Vale la pena entretenerse en ver el corto y didáctico documental que en los primeros metros de la entrada se emite dentro de una sala, en la que también se expone un amplio muestrario fotográfico de las huellas encontradas.
La reproducción de los dinosaurios a tamaño natural, la recreación del hábitat y el sonido que se cree emitían, era un espectacular conjunto del cretáceo. Sientes la pequeñez del humano bajo el impresionante <strong>titanosaurio</strong> de 36 metros de largo y 18 metros de alto (es la réplica más grande del mundo). Posiblemente con las nuevas teorías la presencia de plumas en sus cuerpos tendría que ser mayor y se sabe que el <strong>anquilosaurio</strong>, un cuadrúpedo herbívoro que se creía inexistente en Sudamérica y representado como un armadillo de ocho toneladas, era un saurio mucho más alto y ligero. Los descubrimientos avanzan y es difícil modificar la obra a la misma velocidad.
Expuesto todo con gran esmero didáctico, descubres los<strong> cambios geológicos en el cretáceo superior americano</strong> con paneles y mapas. La exposición gráfica de la evolución geográfica y medio ambiental del continente me ayudó a comprender los paisajes que después conocería: el desierto, la cordillera de Sal y los salares de Uyuni y Acatama.<br>
Sin lugar a dudas “la joya de La Corona del parque” es el <strong>gran lienzo calizo</strong> (farallón de 73 grados) de 1.200 metros de largo por 80 metros de alto, que contiene el <strong>mayor muestrario del mundo de huellas de dinosaurios</strong>, anunciando más de 5000 de 284 especies (en la actualidad se ha duplicado el número de huellas encontradas y cinco especies nuevas). Asombroso.
Promueve el ejercicio de imaginación de lo que hace 68 millones de años era el camino fangoso por el que transitaron grandes y pequeños dinosaurios. Cruzando el extenso lago dulce de poca profundidad (se extendía desde la actual frontera Perú-Boliviana hasta el norte argentino) dejaron el testimonio de sus pasos en la que se convertiría en una pared caliza de un cerro. <br>
En el Terciario se formó la cordillera de los Andes adquiriendo verticalidad el lecho del lago. Fueron descubiertas en 1985 durante los trabajos en la cantera de cemento, una década después una delegación internacional de paleontólogos ratificaría la excelencia del hallazgo y la necesidad de conservación como patrimonio cultural de la humanidad.
El descenso al pie del farallón no os lo podéis perder. Requiere inscribirse lo antes posible, en la entrada te indican dónde, ya que los grupos son limitados (3 o 4 al día), con guía, casco y armilla (te lo dejan ellos) pero tenéis que ir con calzado cerrado (se recomienda botas).<br>
Aunque desde arriba se pueden apreciar las huellas mediante los largavistas dispuestos en el parque o los que de forma particular podáis llevar, nada que ver con poder disfrutar en la cercanía de sus gigantes o pequeñas pisadas, olor, profundidad, forma y la excelente explicación del guía te facilita sumergirte en el cretáceo y su gigantesca fauna.
Comentarios
Publicar un comentario