Santuarios del Che. Valle Grande.

De Samaipata a Valle Grande.

           Tuve la gran suerte de conocer durante la cena en la posada de Samaipata a una pareja de italianos, Constantino “Pupo” y Teresa, que se dirigían por la mañana con un coche alquilado a Valle Grande. La gentileza de llevarme propició, al margen de una interesante conversación, esquivar el periplo de una larga caminata, el taxi y un bus que nadie sabe con certeza a la hora que pasa. 

La verdad es que las comunicaciones son tan deficientes y mínimas que la alternativa de alquilar un coche en el aeropuerto de Santa Cruz para recorrer la zona, es una buena solución para ahorrar tiempo y esfuerzo.




Durante los 120 Km, que hicimos en dos horas y media recorrido pagamos dos peajes como si fuéramos por autopista, cuando no era más que una carretera comarcal asfaltada, sin señalización de carriles, ni arcén, ni protectores, ni reflectores; eso sí, sin baches y con pocos precipicios. Una curiosidad que descubrí al poner gasolina, es que la mayoría de coches y furgonetas particulares de los bolivianos circulaban con gas.



Conforme ascendíamos, la orografía del paisaje se hizo más agreste y en los valles saludaban nuestro paso pequeñas y polvorientas comunidades que se alineaban al lado de la carretera. Llegamos a Valle Grande cerca de las doce. Ellos habían estado en la Higuera el día anterior y ahora se quedaban aquí, a la espera de los actos multitudinarios del 50 aniversario de la muerte del che que el fin de semana se desarrollaban principalmente aquí.



Valle Grande


Es la principal comunidad agrícola de la zona, siendo Santa Cruz la principal receptora de sus productos. Aún están en pie algunas casas atestiguando la añeja prosperidad colonial.



Plaza 26 de Enero y Catedral 

Llegué a la

A mi espalda, se anunciaba un pequeño y descuidado

Increíble, a dos días del evento, posiblemente el más multitudinario del año, y no tenían ni un plano de la ciudad.



El “Che” y Valle Grande


Le cortaron las manos antes de enterrarlo en una oculta fosa común, junto al resto de guerrilleros abatidos, cerca del actual cementerio. Con un tractor (el tractorista nunca reveló el lugar) excavaron la fosa y queriendo evitar convertirlo en un lugar de peregrinaje el silencio ocultó sus despojos durante tres décadas. 

El mismo pueblo, hasta que el periodista Anderson anunció su posible ubicación y los cubanos iniciaron su búsqueda, no quiso participar en aportar pistas por el temor de que trasladaran su cuerpo a Cuba, tal como ocurriría.

El lavadero y la fosa, hoy mausoleo pero sin su cuerpo, son espacios de continua peregrinación guevaristas. 

Me pregunté, frente a la exposición fotográfica: ¿Nadie ckerró sus párpados? ¿les pareció lo más apropiado para el escarnio o es que nadie se atrevió a tocarlo?



mientras yo lo visitaba, se santiguara.

 El poder militar quiso mostrar una imagen demoniaca del guerrillero en el lavadero, pero parte de la población indígena la asoció a la de un santo. En un documental que vería en la casa del telegrafista, una indígena lo explicaba con sencillez.

En Valle Grande se celebraba el día 9 se celebraban los principales y multitudinarios actos por el cincuenta aniversario de su muerte, pero mi pretensión era honrarlo en la Higuera. La sobredosis de politiqueo y de falso “postureo” propia de los políticos me puede llegar a irritar, incluso con aquellos que comparto algunas ideas progresistas.

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