POTOSÍ VIRREINAL




Plaza 10 de Noviembre


             A dos manzanas del alojamiento se encontraba la amplia e inclinada Plaza 10 de noviembre, el corazón histórico de Potosí. La circundan edificaciones testimonian su esplendoroso y poderoso pasado: La primera Casa de la Moneda, la Catedral, el Cabildo, la Real Hacienda y el palacio de gobernación departamental. 



Me senté unos minutos en uno de sus bancos observando la cantidad sorprendente de puestos ambulantes ofertando zumos de frutas o las típicas “salteñas”, una especie de empanadillas de carne cocida muy jugosas, a veces demasiado, haciéndolas poco apropiadas para comerlas por la calle. 



La plaza extendía su espacio público en un lateral, la Plaza 6 de Agosto contenía un alto monolito rodeado por un rectángulo de blancas y finas arcadas. Los edificios que la circundaban eran por un lado entidades bancarias y de seguros, en el otro lado estaba el teatro Omiste y un colegio Mayor con un excelente portalón barroco.



La Catedral  Metropolitana, Basílica Menor de Santiago Apóstol


       Su fachada de piedra y tocho con una cúpula central y dos torres, muestra un estilo mezcla de  barroco virreinal con la introducción de elementos neoclásicos, estilo que en su interior prevalece. Se comienza a construir en 1808, un año después de colapsar la anterior iglesia, acabándose las obras 28 años después con el gobierno de la República. Para acceder a la torre y visitar el museo sacro tenía un coste de 10 bolivianos. Me contenté con ver gratis su imponente interior. No sé si por ello, pero tampoco me permitieron fotografiar su interior, que por cierto una parte estaba en obras.


Muchas reliquias de oro y plata se exhiben dentro, muchas más supongo en el museo, mostrando con ostentación la riqueza material de su glorioso pasado. Reconozco la sensación de grandiosidad de su interior, sus grandes frescos e interesantes lienzos, esas altas columnas tubulares con extraños capiteles y el pintado azul luminoso del techo (lo supongo moderno) entre el blanco de los nervios de arcos y bóveda. Pero a pesar de su innegable monumentalidad, la encontré fría, distante. Era la casa de Dios, pero éste parecía estar ausente. No sé, quizás no estaba sensible a captar su belleza.


Continué bajando, pasando por delante de la segunda casa de la moneda, objetivo imprescindible de visitar en Potosí. Me interné preguntando en recepción sobre la posibilidad de hacerlo en ese momento, pero el último grupo de la mañana ya había iniciado la visita. Reservé el siguiente turno previsto a las dos y media.



Me dirigí hacia la oficina turística de Potosí, ubicada dentro de un antiguo convento jesuita del siglo XVIII que aún conserva su fachada principal sobre la que se levanta la famosa Torre de la Compañía de Jesús. Un campanario barroco divido en dos torreones espléndidamente decorados.

En recepción me acerqué a la jovencita que estaba tras el mostrador, le requerí un plano de la ciudad y le pregunté si se podía acceder al campanario. Indicándome en castellano con acento francés, que a la una cerraban y por lo tanto solo disponía de veinte minutos. 

Aceptando, pagué los 10 bs (1,25 €), más tarde que comprobaría que subir a cualquier campanario o torre de Potosí vale siempre lo mismo, y hay muchos. 

Antes de ascender le pregunté si cerca había alguna casa para adquirir los billetes de acceso al “Cerro Rico” que dispusiera de un buen precio. Con un dificultoso castellano me comentó, para mi asombro, que era el primer día de estancia en Potosí y aún estas cosas no las conocía. Se acercó un señor que presto asumió la pregunta y me comentó que la más cercana y fiable estaba frente la casa de la moneda. 


Ascendí a un segundo piso sin entender el esfuerzo que me suponía, después continuaría por una estrecha escalera de caracol al campanario, llegué preocupado y jadeando arriba. 

3826 metros de altura convierten a Potosí en una de las ciudades más altas del mundo, y yo hasta entonces desconocía lo que era el mal de altura. 


Con el recargado y magnífico trabajo decorativo de la Torre, junto a las espectaculares vistas de la ciudad, despisté por el momento el problema que comenzaba a manifestarse. 

La postal con el pueblo bajo el Cerro de Potosí me entretuvo prácticamente el tiempo restante. Veinte minutos se hicieron pocos, un momento adecuado para reflexionar sobre la indisociable unión de Cerro Rico y Potosí.




Al volver a pisar las adoquinadas calles, me resultó simpático el colorido y la forma del colegio Santa Rosa (o al menos en la fachada lateral es lo que decía). Su fachada principal es muy curiosa, está situada en la esquina con simpáticos detalles arquitectónicos neocentistas y pintada de un suave azul marino apastelado, enmarcado y riveteado en blanco, sin restar el valor sugerente y elegante de su glorieta, el conjunto me pareció propio de un teatro o de un centro asociativo distinguido más que de un centro educativo. 



Mientras Sucre uniformaba los restos de la colonialidad con encalada pureza, aquí el color se personalizaba con añeja viveza o, en contraposición, en la desnudez de la piedra, tocho o adobe. 

Me dirigí por costumbre, no por apetito, a comer. Ascendiendo por la colorida calle Bustillos, a dos manzanas se situaba el mercado central, lo traspasé con la intención de llegar a su esquina, en la que se levanta la iglesia que, junto a la desaparecida iglesia de Santa Bárbara, comparten el honor de haber sido los primeros templos de la ciudad.




San Lorenzo de Carangas


        La Construcción de la llamada en un principio iglesia "de la Anunciación" se hizo en 1548, restaurada una década después por los destrozos ocasionados por una nevada.  

Con el Virrey Toledo se la denomina San Lorenzo de Carangas, al estar destinada al culto del pueblo indígena “carangas”. Se convertitía después de la construcción de la catedral en parroquia de indios. 

Fabulosa su ricamente ornamentada portada de piedra barroca-mestiza, igual que la cúpula, se construyeron en el siglo XVIII. Posiblemente es la fachada más bonita que descubrí en la ciudad. 

Dentro hay un bello altar barroco y una espléndida obra de Pérez Holguín.


Volví hacia el mercado, pero en sus puertas no me apeteció entrar. Almorzaría en una casa de comidas caseras, buscando algo ligero pero vitamínico, una especie de caldo de verduras, maíz y pollo me pareció lo mejor. 

La desgana era total y el malestar de cabeza crecía. Por ello, después de comer me dirigí raudo hacia el alojamiento para tomarme las pastillas que desde España me habían recetado para la “puna o soroche”. Al abrir la caja leí la precaución de comenzar a tomarlas dos días antes de ascender. Me arrepentiría mucho el no haber atendido la disposición.

  



La Casa de la Moneda


Llegué con estricta puntualidad a la “Casa de la Moneda”. El precio para el acceso es de 40 bs.(5 €) para los extranjeros, el derecho a fotografías 20 bs, y filmación 40 bs. Es espectacular el edificio del siglo XVIII, patrimonio de la humanidad, su visita sería aún más interesante por la buena explicación del guía. Facilita entender muy pronto el inmenso valor que llegó a tener este edificio para La Corona. Su bello portalón barroco dando la entrada a sus cinco espléndidos patios internos, muestra la grandiosidad de un complejo arquitectónico que tan solo por él vale la pena la visita.


Los trabajos para acuñar monedas se iniciaron en 1574 en la primera casa de la moneda de Potosí. Según parece el Virrey del Perú don Francisco de Toledo en 1572 mandó fundar la Casa de Moneda para el trato, comercio y paga de los miserables jornales indígenas. En 1601 empezaron a integrarse africanos en las tareas pesadas de la casa de la moneda, con la variante de que éstos no cobraban.

Transcurren cerca de 151 años de funcionamiento de la primera Casa de Moneda y pese a que la producción de plata del Cerro Rico atravesaba un periodo crítico, las autoridades reales deciden relanzar la plata. Un desesperado esfuerzo para frenar la primera gran crisis económica del imperio, producido por el sufragio de guerras inútiles y el abultado coste de mantener a la nobleza improductiva. España mira con esperanza a Potosí y se crea la Segunda casa de la moneda. 

El edificio costó 1.148.452 pesos y 6 reales (unos diez millones de dólares actuales). El rey Carlos III  expresó al ser informado del coste: «todo el edificio debe estar hecho de plata ...”  

Aquí se acuñó la moneda de La Corona española desde 1773 y a partir de la independencia para la República Boliviana hasta 1951. 




Una de las riquezas de la Casa de la moneda es su pinacoteca, dispuesta en un par de salas, en el que predomina el considerado la “brocha de oro” de la pintura virreinal


Perez de Holguín, hijo predilecto de Potosí (nació en Cochabamba). Luce, entre otras, cuatro obras consideradas entre las más valiosas que salieron de sus manos.


Luis Holguín fue el pintor por excelencia de la ciudad, financiado por los dominicos y los franciscanos; a pesar de que sus creencias paganas, combinadas con efervescencias católicas para ganarse favores, le condujeran a estar cerca de ser declarado hereje.


Aunque poca obra salió en vida fuera de la ciudad, después del saqueo secular que sufrió la ciudad en la república, su obra se esparció por toda Bolivia, por colecciones privadas y públicas, incluso se desconoce la cantidad de obra que salió del país. Pero por lo que se ve, su obra fue muy prolífera.


Hoy tan solo un par de iglesias y otro par de conventos conservan obras suyas, pero en su día todas lucieron alguna. En la visita se puede apreciar una gran pinacoteca virreinal y una importante y curiosa colección numismáticas en la que no nos pudimos entretener.


Me fascinó el conocer los grandes engranajes de madera que utilizaban para prensar la plata, el proceso de acuño y su evolución, la fundición, etc.. Pero también conocí las consecuencias para indígenas y africanos que trabajaban en la limpieza del preciado metal. 


Utilizaban las huarias  o guarias (hornos que utilizaban los orfebres indígenas para tal menester, con la diferencia que ellos lo hacían al aire libre). Desde 1571 utilizaron el azogue (mercurio) provocando que con su inhalación en el proceso de limpieza de la plata muchos indígenas y africanos murieran o cayeran enfermos a los pocos meses. Muchas vidas pronto apagadas para que algunos criollos escribieran a su familia de España que “cagaban en plata”, ya que hasta el orinal estaba confeccionado con el noble metal. 




La sala de las monedas es interesante, pero el tiempo de la visita no da para el detalle, de todas formas una muchacha, miembro del grupo, preguntó sobre las “rochunas”.

Nos explicó el guía que el nombre viene de Francisco Gómez la Rocha (en el siguiente post visitamos la fachada de su casona). Este extremeño llegó a Potosí a principios del siglo XVII siendo un soldado aventurero. Sus buenas artes para el engaño le llevaron a entrar en los negocios, su primera fortuna la amasó con el comercio de la coca (por entonces aún en manos indígenas), con sus grandes beneficios adquirió explotaciones mineras llegando en poco tiempo a amasar una gran fortuna, postulándose para alcalde de la ciudad. 

Descubrió la “Casa Real”  la falsedad de las monedas de plata que se movían por su reino, hasta un sesenta por ciento menos de plata contenían. El primer investigado fue Felipe Ramírez de Arellano, responsable de verificar la ley del metal de las monedas y Francisco Gómez de la Rocha, abastecedor por aquel entonces del metal y allegado del virrey Mancera. Lo que hace suponer que la adulteración de moneda se forjaba con el conocimiento y complacencia del gobernante, al que nunca se le acusó. 


Las monedas de Potosí se devaluaron a la mitad (imaginaros que de la noche a la mañana vuestro capital ahorrado se redujera a la mitad). Fue el primer gran golpe a la economía española. Las Casas de Moneda se vieron obligadas a emprender una rápida labor de fundición y reacuñación de la moneda. El pueblo comenzó a denominar a las monedas de baja ley  “rochunas”. La intriga concluyó con la condena a muerte de Francisco Gómez de la Rocha y de Felipe Ramírez de Arellano. Sus propiedades pasarían a la Corona pero no se restablecerían más del 10% de las pérdidas. 


Observé en la muestra de los delicados objetos de plata, el origen de su manufacturación de la mayor parte de las piezas expuestas era parisina, algunas inglesas, ninguna española o americana.


La respuesta a la explicación que requerí, vuelve a dar testimonio de la ruinosa y megalómana administración del imperio español. Francia e Inglaterra compraban la plata a España para manufacturar los productos que después vendían a los propios españoles y criollos acaudalados de España o América. 

La realeza, preocupada tan solo por sus ruinosas guerras, no fueron capaces de impulsar, ni en América ni en España, orfebrerías para dar forma al preciado metal. 


Al final los mayores beneficiarios de la plata acabaron siendo los competidores imperios europeos: Francia, Inglaterra e Italia o la usurera banca genovesa.





Al salir, en el amplio patio de entrada, me volví a fijar en el mascarón, convertido en uno de los símbolos de la ciudad, fue tallado en 1856 por Eugenio Mulón.

Misteriosamente este señor desapareció de Potosí sin rastro ni explicación de lo quería decir, se comenta que se colgó para tapar el escudo de España. Desde entonces son múltiples los significados que se le dan, yo me quedo con éste: siendo el rostro de un indígena (los pómulos y ojos ligeramente rasgados) posiblemente de Diego Huallpa, descubridor de la mina, con un racimo de uvas en la cabeza signo de abundancia, parece hacer burla de la codicia humana imperial, pero también de la republicana.


Cuando se acabó la visita un grupo se reunía para pegarle un martillazo a un trozo de plata y acuñar su moneda, un extra que me pareció prescindible. Una señora con acento argentino también se aisló a la espera de hablar con el guía que le propuso hacer el tour por el cerro rico, me preguntó si yo conocía cómo hacerlo, después de saber que se llamaba Graciela y era de Buenos Aires, le indiqué la referencia que me habían dado, muy inferior a lo que el guía le propuso. Por lo que nos acercamos e hicimos la reserva con el previo pago. 


Más tarde sabría que la primera moneda argentina se acuñó aquí, cuando Belgrado conquista Potosí en 1813, se imprimirá lo de “en unión y libertad” y en el reverso el escudo de argentina; pero duró dos años, ya que las fuerzas realistas volvieron a entrar, haciendo que Belgrado se retirara y se llevara los cuños a Córdoba, donde se acuñarían las primeras monedas en territorio argentino.

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